Carta desde Barcelona

RVNEspana, Testimonios

David, compañero de Verónica, español de nacimiento, tuvo un descubrimiento ( el mas importante de su vida), y quiere compartirlo con el RedVidaNoticias para ser, él también, una carta leída y llegar a muchos.

¿Como me acerqué a Dios? ¿Que me lleva a sentirlo cada vez más presente en mi vida,  como padre, amigo y compañero inseparable en el día a día y hasta el final del camino?
Crecí en una familia católica no practicante. Me bautizaron porque en la España de Franco no bautizarse según el rito católico era poco más o menos que un delito. Desde pequeño mi rechazo a las iglesias era tan grande que ni quise hacer la primera comunión.

La frase “la única iglesia que ilumina es la que arde” la hacía mía. Pero más adelante, en la adolescencia, empecé a separar el personaje de Jesús del resto. Jesús era un individuo excepcional, un defensor de los pobres y el azote de los poderosos. No podía despreciar a una persona así siendo yo un trabajador y sintiéndome orgulloso de serlo y de defender mis derechos como trabajador. Pero tampoco me atrajo en esa época a pesar de sentir dentro de mi una espiritualidad no definida.

Daba más valor a crecer como persona que a luchar por un trabajo bien remunerado social y económicamente. Para mi el tiempo libre valía mucho más que el dinero. Y así seguí hasta que conocí a Vero por internet de una manera un tanto estrambótica aunque ella me repite continuamente que no fue por casualidad. Ella me dijo pasado un cierto tiempo que era evangélica. Yo ya lo sabía. Lo mismo que ella sabía que no creía en Dios. Pero eso no fue un obstáculo para nuestra relación porque su modo de entender el evangelio era progresista, abierto, libre, porque su iglesia, el CCNV estaba con “los de abajo” de palabra y de acción: sopa de letras, testeo de VIH, hospitales, prisiones, etc, etc… Yo creía en ellos pero no en Dios. Hasta que un dia, enfermé, caí en una depresión y me ingresaron en una clínica psiquiátrica.

Y me aferré a unas cuantas canciones de alabanza como si fuera un madero en medio de la tormenta y sin creer aún, continué ese camino con una guerra siempre presente entre mi racionalidad y la ansiada y curativa fe. Yo quería creer pero no podía. Yo quería creer únicamente para sanarme. Tras salir de la clínica me compré una Biblia y la empecé a leer, fui a diversos cultos en España. No me sentí cómodo. Bien porque su discurso era estruendoso y vacío, “gloria a Dios, Aleluya, jelou” mecánicamente tras cada frase más bien corta que larga, o porque la palabra era fría y la iglesia gélida pero continuaba leyendo la Biblia.

Leerla llenaba mis mañanas, los peores momentos para un depresivo. Vero me aclaraba dudas, oraba por mi y me invitaba a orar y yo repetía como un loro lo que ella decía mientras oraba. No sentía nada dentro mío. Solo simpatía por la labor social de la iglesia del CCNV. Pero empecé a interesarme por las personas que padecían como yo y a ayudarlas porque estaba menos débil que ellas y me lo agradecían y Vero me invitaba a hablarles de Jesús pero me avergonzaba reconocer que leía la Biblia y no entraba en mi cabeza hablarles como ella lo hacía conmigo.
Yo pensaba: no creo en los milagros porque no he visto uno pero tambien pensaba Vero y la gente del CCNV creen y han visto milagros. ¿Son unos mentirosos? No, evidentemente pero yo he de verlo y necesito tener fe para creer en los milagros y en que el Espiritu Santo baja y te toca  si le abres tu corazón. La respuesta de Vero era que orase y tambien la de Ricardo Lopez, mi anciano, amigo y maestro en la distancia. Y un día oré solo y sentí algo, muy poquito un cosquilleo. A falta de culto aquí, me construí mi miniculto en casa, alababa, reprendía, oraba, pedía, agradecía. Le hablaba de lo que sentía a alguien que no me contestaba con palabras pero si con sensaciones.

Un dia las sensaciones fueron tan fuertes y continuadas que supe que el Espiritu Santo había bajado y a partir de ese día tuve fe. Yo anhelaba la fe ciega y la pedía pero Dios sabía que yo necesitaba mi particular milagro. Hace una semana desde ese día: el día que volví a nacer. Oro todos los días y tengo encuentros más o menos intensos. Da igual, EL siempre viene como una brisa o como un huracán. Mi vida esta plena, quiero escribir canciones para EL, hablo de EL con mis compañeras de enfermedad. He iniciado un camino y se que me queda mucho por andar, por entender, por sentir y sobre todo por hacer.

Le pido a Dios fortaleza para llevar su palabra por donde el desee, le pido más fe porque los seres humanos solucionaríamos casi todos nuestros problemas si lo conocieramos y actuaramos en consecuencia. La revolución esta dentro de cada uno de nosotros. Contagiemos a los demás y el amor vencerá al miedo. Tenemos miedo a sentir amor porque creemos que esa palabra es sinónimo de fragilidad, que pueden destrozarte facilmente si proclamas tu amor allá donde fueres. Amor es fortaleza. No quiero tener miedo al rechazo porque se que tarde o temprano seremos muchos y conseguiremos, gracias a Dios, la fuerza y la riqueza espiritual para vencer todos nuestros miedos.
Sois mi iglesia y os estaré eternamente agradecido por ayudarme a conocer a Jesús.