Un equipo del Centro Cristiano Nueva Vida, viajó a Las Toninas para cooperar con la gente que allí trabaja en los Grupos de Oración, y el resultado fue maravilloso.
El 23 de Octubre pasado, tres jóvenes del CCNV, tomaron sus bolsos, se subieron al auto y emprendieron viaje hacia Las Toninas, lugar en el que esperaban los hermanos que allí viven y que cada semana son anfitriones de un Grupo de Oración.
Llegaron casi a la mitad de la noche, el frío se hacía sentir, pero el calor de la hospitalidad brindada por Martin Sama y su familia, daban batalla a las impiedades del clima.
Una bandeja llena de milanesas de pollo había sobre la mesa, pero no era lo más abundante, por todos lados sobraban risas y ojos brillosos, ese era el primer indicio de un fin de semana de felicidad.
El sábado amaneció fresco y nublado, pero con el correr de las horas el sol intentaba colarse, sus rayos formaban líneas rectas en varias direcciones, paralelas y perpendiculares a la playa.
Después del almuerzo, el equipo del CCNV y el anfitrión, salieron a tomar las calles. No había demasiada gente, era la hora de la siesta, y la siesta, es sagrada en el interior. Así y todo, cada uno de los que se cruzaba en el camino era alcanzado por un RED VIDA NOTICIAS, y una palabra de aliento. Algunos fueron hostiles, porque a primera vista confundieron al equipo del CCNV con punteros políticos, pero todo prejuicio se derrumbó al mencionar a JESÚS.
Al volver del evangelismo, la casa ya albergaba los primeros visitantes. Con el correr de los minutos, ese grupo diminuto de cuatro personas, se cuadriplicó, con hermanos que llegaban de Pinamar, Ostende y Las Toninas.
Oraron a Dios, pidieron por sus situaciones y por las del barrio. Compartieron mate, galletas y sonrisas. Agradecieron. A esta altura, las nubes eran pasado, el sol daba de lleno en el portal de la casa. Pero la tarea no terminaba.
Unos minutos después de finalizado el Grupo de Oración, aquellos tres varones que viajaron desde Buenos Aires, nuevamente se subieron al auto y viajaron hasta Santa Teresita, visitando a aquellos hermanos que no habían podido llegar a Las Toninas. Ya de noche, una vez más se observaron rostros iluminados, llenos de alegría, amor y agradecimiento. Sin quererlo, tal vez, entre mate y mate, se formó otra reunión de oración, cada uno elevando al cielo sus necesidades y las del barrio. El prójimo siempre estuvo presente.
Cuando la luna se adueñó del cielo, la tarea de aquellos tres, estaba terminada. Sólo restaba volver a la casa de Martín, el anfitrión, y cenar unas ricas pizzas que él mismo había amasado.
Aunque la temperatura era más baja, el frío de la noche anterior ya no estaba, es que la tarde y la noche se encargaron de dar calor, no solo a los cuerpos, si no a las almas. Fue un buen tiempo compartido.